CAMPANADAS

Durante la guerra civil (1936-1939), desaparecieron las campanas del campanario, quedando solo la campana grande. Al finalizar la guerra y siendo Angel Burgos Alcalde, compró la campana pequeña, a la que pusieron de nombre San León. La madrina de la campana que se encargaba de mover el badajo de la campana por primera vez fue Carmen Burgos.
La religión estaba muy arraigada a las costumbres y creencias de la gente, marcándoles la vida, limitando sus deseos y actos, condicionándoles en la mayoría de los casos en exceso.
Diferentes toques de campana que se hacían en la iglesia:
“Misa”, desde la sacristía se tocaba con la cuerda, toques muy seguidos.
“Vísperas de fiestas”, desde la torre, se volteaban la campana chica y la grande, alegrando a todo el pueblo, afanado en el blanqueo y limpieza de las casas, con su alegre repicar.
Entierro.
Si se balanceaban la campana grande y la chica, de forma pausada, nos indicaba que el difunto era un señor adinerado, se solía llamar” entierro de primera”, los familiares pagaban el coste más alto al cura.
Si se alternaba el toque de las dos campanas de una forma pausada se llamaba un “entierro de segunda”.
Desde la sacristía con la cuerda, toques lentos, pausados se llamaba de un” entierro tercera” o de “por DIOS”. Se trataba de personas muy pobres, que no podían pagar nada.
Al final si se daba un toque nos indicaba que el difunto era hombre, y si se daban dos toques, el difunto era una mujer.
Según fueran los toques de los entierros se podía distinguir a que clase social pertenecía el difunto.
En los años del cólera los difuntos se trasladaban en la” garga” (ataúd sin tapadera reciclable) al cementerio, una vez allí se les depositaba en una fosa común.
Y entre un toque y otro, el monaguillo comía las ostias, a dos carrillos, se le pegaban al galillo y para que se deslizaran, se bebía el vinillo, haciéndole entrar en calor y con dos coloretes como una flor. La cabeza un poco mareada, no atinaba a ponerse la sotana. La misa se alargó y durmiendo se quedó.
El día de los difuntos la gente pagaba al cura para que dijera un responso en la tumba de su familiar, eso si había que pagarlo por anticipado y así el bolsillo del cura iba engordando, ese día permanecía en el cementerio, esperando a que la gente lo fuera solicitando.
Otra pequeña anécdota del pueblo, que como siempre el señor don dinero establece distinción, entre los acaudalados y los necesitados.

Mª Luz Gómez.

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